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lunes, 23 de mayo de 2011
VALERON, POR AMALIO MORATALLA
Hablo de clase, de estilo de vida y de manera de entender el fútbol. Y no exagero ni un milímetro. Este hombre es un ejemplo, un tipo que me hace sentir las mismas vibraciones que cuando presenciaba los últimos partidos del francés: ¡No quería que pasara el tiempo! Su concepto de fútbol es equiparable -como diría mi amigo Paco García Caridad- a los quilates del juego de Zinedine. Su modestia, su eficacia y su facilidad para inventar dentro del césped, los aproxima tanto, que es justo reconocer al canario un puesto entre los privilegiados. Cerca del que para mí es el quinto mejor jugador de la historia: Zinedine Zidane.
Siempre me he preguntado que hubiera sido de Valerón si, en lugar de ir de equipo en equipo (Las Palmas, Mallorca, Atlético, Deportivo), hubiera echado raíces en un grande, grande, grande. La contestación, después de mucho meditarla, es una sola: hubiera hecho a ese equipo aún más grande. Con su talento, su talante y su carisma, rodeado además de muchas estrellas, hubiera sido una gozada.
Un jugón, jugón. Pequeño, con pinta de débil y sin aspecto de futbolista, pero abriéndose camino ante la admiración del respetable que siempre supo esperar pacientemente sus genialidades partido a partido. El sábado, pese a la derrota, volvió a dar ejemplo. Asumió la responsabilidad del juego, del balón y del descenso. Peleó (pese a sus 35 ‘tacos’) como un chaval. De sus botas salieron los pases más peligrosos, las acciones más incisivas y, tras el pitido final, aguantó sobre el campo el chaparrón de la prensa, de las cámaras, de las miradas y de su afición. Se quedó en el rectángulo de juego, regaló su camiseta y le faltó tiempo para transmitir la ilusión del ascenso en menos de un año.
El 17 de junio cumplirá 36 años, le restan cuatro más de contrato –gentileza de Lendoiro a una estrella que ha escrito páginas muy importantes del ‘Superdepor’- y, aunque sea en Segunda, se va a seguir dejando la piel. Probablemente sea su última temporada en activo –las otras tres las cumplirá en los despachos-, pero no se irá tranquilo si no devuelve al Deportivo a Primera: ‘Donde se merece’, como dijo nada más perder el sábado ante el Valencia.
Casi 50 veces internacional, cuatro colores en el corazón (amarillo, rojo, rojiblanco y blanquiazul), ascensos, descensos, títulos, lesiones –un ligamento cruzado que le retiró dos años-, y muchos amigos en el mundo del fútbol y en el del deporte. Ni una mala palabra, ni una mala acción, ni un pitido, ni una patada a un colega,… Un ejemplo. Reclamo un video de su fútbol para las escuelas de niños. Este tipo no se nos puede ir del fútbol como uno más. Hay que blindarlo, hay que mimarlo, hay que quererlo y no permitir que deje nunca de estar en contacto con los futbolistas en formación.
Ahora, su reto es el ascenso y después, no puede ser de otra manera, Juan Carlos Valerón debe seguir. El ‘viejo zorro’ Lendoiro ya lo ha amarrado, pero este hombre se merece el reconocimiento nacional. Más que nunca, en un momento social de ausencia de valores, hay que ensalzar la actitud permanente de este hombre, de este futbolista, de este buen tipo. Un genio que aún tenemos la posibilidad de disfrutar. Jugará en Segunda, pero su fútbol siempre será de Primera. Saboreemos su temporada como si fuera un genio que pinta su último cuadro: acción a acción, pase a pase, gol a gol,… Valerón, serás algo irrepetible.
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