Pedro Arias, en ABC: 'El Deportivo siempre tuvo el poder en contra, por
la independencia y sentido de los valores humanos de su directiva'
A continuación, reproducimos íntegramente un
artículo del profesor Pedro Arias titulado "El desahucio del Depor" en el diario ABC:
"El Deportivo fuera un equipo ascensor, una ilusión nunca colmada, el
habitual equipo de provincias, hasta que llegó Augusto César Lendoiro.
Eran los años ochenta, cuando los aficionados lo reclamaron por sus
sonoros éxitos en un club de hockey, el Liceo, que hiciera campeón de
Europa. El Depor entonces no era el Depor, sino un mediocre equipo
regido por una directiva que aparecía como noticia en las páginas de
sucesos. Lendoiro muy pronto le dio la vuelta y lo ascendió a Primera.
Sin apenas recursos, con jugadores baratos del Este de Europa; su
primera innovación gestora. Después convirtió el club en una Sociedad
Anónima Deportiva con el accionariado muy repartido, como una entidad
popular de socios-accionistas. El ideal democrático trasladado al
fútbol. Poco a poco mejoró los fichajes pero siempre exprimiendo unos
fondos limitados por un pequeño mercado. Coruña no es Madrid, ni
Barcelona, ni Valencia, Sevilla o Bilbao. Ni por población ni por
ingresos.
Luego se dirigió a Brasil y a África, a la búsqueda de relaciones
calidad/precio muy ajustadas. Futbolistas prometedores y genios de
difícil encaje para los entrenadores convencionales, como el inolvidable
Djalminha. También fichó a los descartados de equipos nacionales, como
Aldana, y a talentos desaprovechados en otros equipos. Nueva y decisiva
innovación gestora que llevó al club a ganar una Copa del Rey y toda una
Liga de Futbol de España. Una verdadera anomalía; un club de la Galicia
periférica osaba superar a los grandes.
Entonces llegó una época de oro, de codeo con los grandes de Europa y
del milagro de Coruña y de Galicia. Para mantenerse, el Depor tenía que
acudir al crédito e invertir en plantilla; como toda empresa puntera. Al
mismo tiempo que Lendoiro señalaba el camino a los clubs menores en sus
reivindicaciones de ingresos por televisión. Los sacó del papel de
comparsas, situándolos en los de competidores imprescindibles.
Un árbitro italiano, Pierluigi Collina, segó su expansión. Era el 5 de
mayo de 2.004, cuando en Riazor le pitó un penalti dudoso en la
semifinal de la Copa de Europa contra el Oporto. Cortó el sueño coruñés y
segó la excepción gallega. Años después se sabrían irregularidades en
las alcantarillas del fútbol, donde al final siempre ganan los
poderosos. Y lo que le faltó al Deportivo fue precisamente poder.
Siempre lo tuvo en contra, por la independencia y sentido de los valores
humanos de su directiva. Ni siquiera el ayuntamiento socialista de la
ciudad le permitió ensanchar las instalaciones y equipamientos, como sí
se hicieron en otras grandes ciudades españolas. El Depor tuvo que
instalar su ciudad deportivo en un municipio rural de la periferia
metropolitana.
Hoy vive las dificultades propias de una empresa en reestructuración
que intentó lo que tenía que hacer. Dio alegrías impensadas a miles de
coruñeses y gallegos de todo el mundo; fue realmente más que un club, al
servicio del pueblo gallego y orgulloso de su pertenencia española.
Nunca derrochó ni se envaneció; sus directivos son un equipo de personas
representativas de la ciudadanía, cercanos y fiables. No se merecen, ni
tampoco la afición, el ejercicio rígido de las exigencias fiscales y
mercantiles. Lo que podría convertirse en un equivalente deportivo de
los odiosos desahucios inmobiliarios. Porque es viable, quiere cumplir y
-con menos facilidades que las que se dieron a otros clubes- puede
salir adelante. La justicia y los valores comunitarios deben ganar este
partido.""XALOMONTE