Cuando el pasado verano el Benfica no aceptó la cesión
de Nelson Oliveira (Barcelos, 1991)al Dépor, poco podía imaginar el
joven delantero que meses después la vida le iba a sonreír del modo que
lo está haciendo. La llamada de Paulo Bento para disputar la Eurocopa
fue la primera alegría que se llevó. Su llegada a A Coruña, la segunda.
Aquel adolescente en el que un día puso sus ojos
Jose Mourinho para llevárselo al Chelsea ha sido capaz en solo una
semana de acaparar portadas en Portugal y España. Nelson Oliveira, el
futbolista al que su entrenador del Benfica apenas alineaba en Liga y
cuando lo hacía en Copa siempre lo elegía como el primer sustituido
(jugaba porque es obligatorio en esta competición, que sitúe dos lusos
en el once inicial), sonríe ahora en A Coruña después de haber marcado
dos golazos -uno con su selección y otro con el Deportivo-.
Atrás quedaron esas horas de tristeza viendo cómo
Rodrigo y Cardoso le tapaban su progresión en el club de sus amores.
Porque si algo tuvo claro siempre este futbolista criado entre sticks de
hockey es que quería triunfar en el Benfica.
Por eso, lo apostó todo a una carta con 15 años y
se marchó a Lisboa. Poco después, su corazón de águila vibró cuando
hizo la pretemporada con el primer equipo de la mano de Quique Sánchez
Flores. Desde entonces, tuvo que vivir con la etiqueta de promesa del
fútbol portugués. Y con ella se fue cedido al Río Ave y al Paços de
Ferreira para regresar de nuevo al Benfica para ver cómo otros le
tapaban la progresión.
Por eso, desde hace meses puso todo de su parte
para buscarse oportunidades fuera de su país. Le gustaba la Liga
española y apostó por la cercanía gallega para reivindicarse esta
temporada y regresar a su casa ya hecho un hombre.
Redención
De momento, ha empezado con buen pie. Después del
incidente vivido en las carreteras de su país, cuando hace una semana
daba positivo en un control de alcoholemia, supo responder con dos goles
para convertir en un simple pecado de juventud lo que podía haber sido
calificado de falta grave.
«Creo que lo que pasó es algo normal. Salí, tenía
un cumpleaños y bebí un poco más, aunque no estaba borracho. Tenía
libre al día siguiente. Pero ya está olvidado, no pasa nada. Cuando
ganas, todo el mundo se olvida de lo malo; si perdiésemos, ahora se
hablaría de eso», reflexionaba ayer en la sala de prensa, un día después
de firmar una vaselina que será recordada no solo por su ejecución
final, sino por los cuarenta metros que recorrió en su debut liguero en
Riazor. Una delicatesen sobre la que él habla con la naturalidad de su
carácter: «A veces me gusta finalizar de esa forma. Fue cosa del
momento, creí que tenía buenas condiciones para hacer una vaselina y
felizmente salió bien. Me sentí feliz y orgulloso al verla repetida».
Igual de orgulloso que se sintió un estadio municipal de Riazor del
número 25 blanquiazul. Un jugador que sueña con ser el número 1.fuente la voz. @XALOMONTE