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miércoles, 1 de junio de 2011

CRONICA DE LA ULTIMA LIGA DEL DEPORTIVO













En las semanas previas a la resolución final del campeonato liguero ondeaba en el aire una sensación de enorme incertidumbre con respecto a los equipos que finalmente verían su destino teñido de luto por la pérdida de categoría. Había algún candidato más o menos evidente, pero también existía la percepción de que iba a haber un equipo al que el meneo le iba a pillar totalmente desprevenido. Un equipo que, viniendo desde posiciones más teóricamente tranquilas, iba a terminar sucumbiendo ante el empuje de los de abajo. Bien pudo ser el Mallorca con su desastrosa racha final, pero el damnificado acabó siendo el Real Club Deportivo de La Coruña.

Como un mal sueño, como un desastre imprevisto, el conjunto coruñés vivió una última batalla infernal, que terminó por definir y dar sentido (o quitárselo) a las treinta y siete jornadas precedentes. Una derrota ante un Valencia que, otra vez más, no se jugaba nada y que puso en evidencia el que ha sido el gran problema sobre el césped del equipo gallego en estas tres o cuatro últimas temporadas: la carencia de gol. “El Dépor no tiene gol, y si no tienes gol, acabas metido en problemas“, fue una de las frases más escuchadas en los análisis previos a las últimas jornadas ligueras. Para desgracia del deportivismo, la máxima esta vez se cumplió.

El final de la pasada campaña fue engañoso. Un décimo puesto que, por un lado, sabía a poco ante la cercanía de las plazas europeas y, por otro, era gloria bendita si se echaba la vista hacia abajo, hacia las posiciones de descenso, amenaza permanente en los últimos tiempos del deportivismo. Una Liga tranquila, en resumen. Pero la situación era otra bien diferente. Con una plantilla mermada, de nivel justito y con carencias importantes (la ya comentada del goleador, sin ir más lejos), el tonteo con los puestos calientes fue una constante desde el arranque del campeonato.

Sólo tres goles a favor (y los tres en jugada a balón parado) en las ocho primeras jornadas de Liga situaron a los de Lotina en una situación complicada desde el inicio. Para colmo, ninguno de los fichajes veraniegos parecía cuajar. Ni Morel (15 partidos jugados), ni Míchel (8), ni Saúl (8), ni Desmarets (12), ni Rindaroy (4), ni Urreta (6). Únicamente el medio centro Rubén Pérez, cedido por el Atlético de Madrid, ha gozado de la confianza continuada del técnico y ha dado un rendimiento al menos aceptable. El resto de refuerzos no sólo no apuntalaron una plantilla endeble, sino que vinieron a ratificar, con su lamentable rendimiento, una sensación de inestabilidad que no podía traer nada bueno consigo.

La apertura del mercado de fichajes invernal no supuso un cambio sustancial en el escenario herculino. La romcabolesca historia del fichaje interruptus de Javito (quien no llegó a debutar con el equipo gallego) o el despropósito surgido alrededor del goleador, es un decir, argentino Pepe Sand, terminaron de apuntillar a un equipo que, para la segunda mitad del campeonato, ya se encontraba a la deriva.

Entregado a la voluntad de un oleaje que cada vez azotaba más fuerte, el Dépor llegó a las dos últimas semanas del campeonato con la angustia del novato, del que acude por primera vez a una reunión que le es completamente ajena. Verse de pronto codeándose con Hércules, Zaragoza, Real Sociedad u Osasuna, equipos habituados a pelear en la zona baja, supuso un punto de estrés añadido a la complicada situación de juego de los blanquiazules. Pese a llegar a la última jornada dependiendo exclusivamente de sí mismos, esa situación de estrés, esos nervios atenazadores, pudieron con la voluntad coruñesa y con una ciudad, por fin, volcada de verdad con su equipo. Noventa minutos, con todo de cara y la marea de Riazor subiendo, en los que el Dépor fue incapaz de anotar un gol que lo amarrase a la Primera división. Noventa minutos de angustia, de ver como se escapaba la vida entre las manos. Fue imposible. El Dépor acabó pagando muy caro su nulidad frente a la portería rival. Ahora tocará revivir escenas que toda una generación de coruñeses y deportivistas conocen sólo de lo que les contaron sus mayores. Los primeros pasos, con la llegada de Oltra al banquillo, ya se han dado. Al menos, el ánimo no falta.

Lo mejor: Difícil rescatar algo en la peor temporada del Dépor en veinte años. Quizá la implicación de la afición, que parecía haber dado la espalda a Riazor en los últimos tiempos, en las jornadas finales de Liga. Ciertos momentos de Adrián, de Aranzubía y de Colotto, los tres mejores del equipo. Gotitas de magia de Valerón.
Lo peor: La ya comentada escasez de gol. La incapacidad de Lotina para enderezar una situación que se veía ya torcida desde los primeros envites.Fuente diarios de futbol

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