M. OTERO A CORUÑA Tres partidos después de un meritorio estreno frente al Málaga, a Domingos Paciência se le revelaron con toda su crudeza los males que han provocado que el equipo se carcoma actualmente en el último puesto de la clasificación. Medio sentado, casi arrojado, y con los brazos cruzados, el técnico portugués contempló sobre el banquillo con un gesto que delataba su desconcierto cómo el Valencia anotaba el gol de la victoria en el tiempo de descuento después de martirizar a Aranzubia con un reguero de remates durante todo el partido.
El equipo de Ernesto Valverde sometió a los blanquiazules a la mayor tortura rematadora desde que Domingos se hizo cargo del equipo coincidiendo con el comienzo del año. Los valencianistas remataron en un total de 22 ocasiones sobre la portería deportivistas y más de la mitad de ellas (12) fueron entre los tres palos, obligando a Aranzubia a intervenir hasta en nueve ocasiones de manera decisiva.
Las acciones del portero riojano no pudieron evitar finalmente la derrota blanquiazul, que comenzó a gestarse nada más iniciarse el partido en las lagunas defensivas que aglutina el equipo.
Nada más llegar, Domingos y su equipo de ayudantes se propusieron disimular las carencias atrás de los deportivistas cubriéndose lo máximo posible en la zaga y poblando el centro del campo para reducir la distancia que existía entre los centrocampistas y los defensas. Ante el Málaga, la Real Sociedad e incluso ante Osasuna pudo verse a un Deportivo que le evitaba a su defensa el suplicio de tener tantos metros de campo por delante como por detrás.
El sábado, sin embargo, la coordinación falló y el equipo retrocedió hasta el primer tramo del campeonato para encontrarse con que una y otra vez los delanteros valencianistas superaban sin dificultad la línea defensiva para colocarse en posición franca ante Aranzubia. De nada servía, como en ocasiones le ocurrió a Zé Castro y Aythami adelantarse para forzar el fuera de juego si la presión de los centrocampistas era inexistentes. Banega aprovechó el caramelo táctico que le entregaron Álex y Assunção para surtir de balones envenenados a sus compañeros.
Con la solidez defensiva se evaporó también parte del argumentario de Domingos en ataque y el Deportivo comenzó también a flojear en la parcela ofensiva. En realidad, a los blanquiazules solo los sostuvo el ímpetu de un Riki al que ya no se exigen desmarques de ruptura, sino que acompañe los contragolpes y si acaso inicie la jugada cayendo a la banda derecha.
Toda la verticalidad del equipo ante el Málaga y la Real Sociedad se evaporó y el equipo firmó su peor registro rematador desde la llegada del técnico portugués. Los blanquiazules dispararon un total de once veces sobre la meta de Bruno Alves -siete entre los tres palos- a pesar de que los valencianistas les superaron ampliamente en la posesión. El Málaga y la Real Sociedad también lo habían hecho, en una muestra de identidad de Domingos, que desdeña el contacto superfluo con la pelota, pero aun así superaron ampliamente a sus rivales en peligro ofensivo.
A los andaluces, el Deportivo le remató una docena de veces, por nueve de los de Manuel Pellegrini. En el caso de la Real Sociedad los disparos fueron una veintena, mientras que los donostiarras firmaron doce en un encuentro que terminó en igualada.
El método y el efecto Domingos comenzaron a languidecer en la visita a Pamplona, cuando un incomprensible error de concentración dinamitó las opciones que todavía mantenía en el partido el conjunto deportivista después de que se adelantasen los locales. Esos despistes, esos desajustes, se reprodujeron el sábado por la noche ante el Valencia hasta el extremo de encajar un tanto en el primer minuto y otro en el tiempo de descuento del partido.via OC. @XALOMONTE
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