Martes 05/06/2012 09:06, El Mundo - Orfeo Suárez, A Coruña
Es feliz el que soñando muere. Es una frase que dejó escrita Rosalia de Castro y en la que se aprecia un acto de rebeldía contra el fatalismo de su propia tierra. Augusto César Lendoiro siempre lo tuvo, desafiante ante la dimensión de los grandes, de los políticos y hasta de los poderes mediáticos de Galicia, un ecosistema muy particular. Ha sido, además, un personaje imaginativo y persistente, imbatible en una mesa, hasta el madrugar de la madrugada, si es necesario. El presidente no dejó de soñar incluso en esa muerte prematura que significó el descenso, y con él todo el deportivismo, más cerca de su equipo en Segunda que en Primera.
Orfeo Suárez - El Mundo
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El gran Deportivo, el Superdepor, se edificó sobre una dualidad que descubrí en una conversación con 'O Bruixo', Arsenio Iglesias, en una pequeña habitación donde se apilaban los trofeos del Deportivo, como en un desván. Su sede era y es un piso. Había perdido aquella Liga por el penalti de Djukic y, en lugar de lamentarse, me dijo: "En definitiva, perder es más humano que ganar". Era una frase llena de humanidad, pero en absoluto compartida por su presidente, que insistió e insistió hasta llegar al título de la mano de Jabo Irureta. Es cierto que embarcó a la entidad en un gasto del que el descenso del pasado año fue un pago, pero el propio presidente lo asumió de esa forma, con serenidad y firmeza, y la supervivencia económica como objetivo. Dejó, en cambio, para la historia de nuestro fútbol uno de los pasajes más románticos a cargo de un club que exportó en el pasado a Luis Suárez o Amancio, dos de los mejores jugadores que ha dado este país, porque su lugar era, en teoría, otro. Lendoiro se rebeló contra esa manera de existir y retuvo, por ejemplo, a Fran, con el que acabó, sin embargo, mal.
En los tiempos del Superdepor, Lendoiro llegaba a Madrid o Barcelona como dice su nombre, hecho un césar. Un hombre suyo en Barcelona se encargaba de llamar a periodistas de la ciudad a los que invitaba a comer el día anterior al partido, siempre en un restaurante gallego. Se hacía esperar, en general. Recuerdo una vez en la que el dueño le agasajó a la llegada con el mejor cava y, al probarlo, hizo una mueca de desaprobación y, rápidamente, le abrieron otro. Era una forma de marcar el terreno. Mientras hablaba, su ayuda de cámara interpelía a los periodistas: "¿Qué listo es el señor Augusto, verdad?". Realmente, lo es.
Cuando Lotina se marchó el pasado año, después del descenso, me dijo que no había trabajado con ningún presidente de una forma tan libre y sintiéndose tan respaldado. Sólo lamentaba no haber tenido esa oportunidad en los tiempos de vacas gordas. Lendoiro sabe de fútbol, tiene carnet de entrenador y llegó a dirigir a Buyo en sus pinitos en el banquillo. Opina y mucho, pero sabe donde ha de hacerlo. También ha aprendido a ser presidente.
Para conseguir el ascenso, decidió bloquear algunos traspasos si no era por las cifras que consideraba justas, como el de Guardado. Apostó por un entrenador joven y de juego, José Luis Oltra, que ya sabía lo que era subir a un equipo a Primera, el Tenerife. Se trata de un técnico de futuro, marcado por el sentido común que le lleva a decir: "Yo conmigo no jugaría". Con el ascenso, llega el momento de reubicar las fichas y la salida del mexicano, al Valencia, es el primer paso.
La permanencia de Valerón fue un ejemplo del jugador y del presidente, dada la edad del canario. Su presencia crepuscular en el campo y la grada de Riazor más llena que nunca supusieron la constatación de que el alma del equipo seguía siendo de Primera, de que el Deportivo había muerto soñando, que es como vivir eternamente. La Liga vuelve a ser más grande con su horizonte azul y la sal que trae el viento, como un sueño. 'Benvindo'.@XALOMONTE
En los tiempos del Superdepor, Lendoiro llegaba a Madrid o Barcelona como dice su nombre, hecho un césar. Un hombre suyo en Barcelona se encargaba de llamar a periodistas de la ciudad a los que invitaba a comer el día anterior al partido, siempre en un restaurante gallego. Se hacía esperar, en general. Recuerdo una vez en la que el dueño le agasajó a la llegada con el mejor cava y, al probarlo, hizo una mueca de desaprobación y, rápidamente, le abrieron otro. Era una forma de marcar el terreno. Mientras hablaba, su ayuda de cámara interpelía a los periodistas: "¿Qué listo es el señor Augusto, verdad?". Realmente, lo es.
Cuando Lotina se marchó el pasado año, después del descenso, me dijo que no había trabajado con ningún presidente de una forma tan libre y sintiéndose tan respaldado. Sólo lamentaba no haber tenido esa oportunidad en los tiempos de vacas gordas. Lendoiro sabe de fútbol, tiene carnet de entrenador y llegó a dirigir a Buyo en sus pinitos en el banquillo. Opina y mucho, pero sabe donde ha de hacerlo. También ha aprendido a ser presidente.
Para conseguir el ascenso, decidió bloquear algunos traspasos si no era por las cifras que consideraba justas, como el de Guardado. Apostó por un entrenador joven y de juego, José Luis Oltra, que ya sabía lo que era subir a un equipo a Primera, el Tenerife. Se trata de un técnico de futuro, marcado por el sentido común que le lleva a decir: "Yo conmigo no jugaría". Con el ascenso, llega el momento de reubicar las fichas y la salida del mexicano, al Valencia, es el primer paso.
La permanencia de Valerón fue un ejemplo del jugador y del presidente, dada la edad del canario. Su presencia crepuscular en el campo y la grada de Riazor más llena que nunca supusieron la constatación de que el alma del equipo seguía siendo de Primera, de que el Deportivo había muerto soñando, que es como vivir eternamente. La Liga vuelve a ser más grande con su horizonte azul y la sal que trae el viento, como un sueño. 'Benvindo'.@XALOMONTE
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