Hace siete años, el mejor Deportivo de la historia caía en semifinales de la Champions ante el Oporto. El Oporto de José Mourinho, que, antes del partido en Riazor, lanzó un dardo hacia el club y la afición deportivista: "Os veo crecidos". Tras el partido -4 de mayo de 2004-, el mensaje se transformó en el siempre molesto "ya os lo advertí".
Hace un año, el Real Madrid puso fin a una maldición de casi dos décadas sin ganar en campo del Depor, uno de esos pequeños Bernabéus que en su día fueron. El Superdepor, el proyecto que liquidó el pétreo Oporto de Mou, acabó con una relación fraternal en la grada y en el campo, en la que los gallegos infligieron sonadas y repetidas humillaciones a los blancos. Hasta el año pasado, una noche en la que Guti dejó una de las asistencias más inverosímiles de los últimos años. Una noche en la que el Madrid enterró una de sus últimas maldiciones.
No es de extrañar, pues, que Riazor espere con ansiedad el partido, en el que sueña con una venganza que vale por dos. O por tres, si atendemos a Lotina, el hombre que ya ganó a Mourinho, que ve en la victoria sinónimo de salvación. El problema del Depor es, claro, el Madrid. Un Madrid que debe ganar o ganar. Juega después que el Barça, y cualquier resultado de los catalanes obliga a los blancos a sumar tres puntos: un posible pinchazo, para dejar en apenas nada la desventaja, y, por supuesto, una victoria, que no dejaría margen de error.
Un partido con historia y presente, el que escriben los cracks de ahora y del futuro. Lotina pierde a dos veteranos -Manuel Pablo y Valerón-, pero recupera a Guardado, zurda de seda que las lesiones nos están impidiendo disfrutar con regularidad, y Mou puede volver a apostar por Benzema, el héroe de Lyon, propulsado por la temible segunda línea blanca: Cristiano, Özil y Di María.
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