“Están un poco mal las relaciones entre el Depor y Fuenlabrada, pero hay que pasar de eso y dejarlo a un lado”, en estos términos se expresaba Mario Soriano al ser preguntado por las reminiscencias que pueden tener los aficionados blanquiazules y el propio club este domingo cuando se midan al equipo madrileño en el Fernando Torres.
Un campo inmerso en obras de mejora, lo que ha supuesto que no se hayan vendido localidades para la grada visitante, lo que supondrá que no haya aficionados blanquiazules en el estadio madrileño.
Es entendible que Soriano pida centrarse solo en lo que ocurre en el rectángulo de juego, pero se antoja difícil abstraerse, aunque Bergantiños sea el único superviviente de aquella rocambolesca última jornada liguera. El amargo recuerdo del descenso, que sufrió el Depotivo sin haber podido competir, mientras el resto de partidos se disputaban a la misma hora, adulterando la competición.
¿La razón? El brote de coronavirus con el que el Fuenlabrada viajaba a A Coruña, con el visto bueno de una Liga, encabezada por Javier Tebas, que no dudaba en entonar el mea culpa, despojando de toda crítica a la entidad presidida por Praena. Un equipo que incluso tenía ya programado el viaje de vuelta a Madrid para regresar ese mismo día, sabiendo que no se iba a presentar y esperando que el duelo, como así sucedió, se aplazase.
Ambos se emplazarían a jugar el 7 de agosto, un partido ‘paripé’, palabra que le costó una sonrojante detención a Bergantiños, y que se saldó con victoria de los blanquiazules, que privó del ascenso al Fuenlabrada y que supuso que los de Sandoval no se metiesen en el playoff y sí el Elche, que terminaría ascenciendo. Dos años después se vuelven a ver las caras Depor y Fuenlabrada, aunque los blanquiazules estarán ahora solos en territorio hostil.
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