Translate

viernes, 6 de agosto de 2021

FORTÍN EN CONSTRUCCIÓN

| 

El Deportivo se ejercitó ayer por la tarde por primera vez en el Abanca Riazor, el feudo blanquiazul que este domingo a las 20 horas acogerá una nueva edición del Teresa Herrera ante la Ponferradina.

Un partido para que el cuadro blanquiazul de cara al curso 2021-22 se presente ante una parte de su afición, pues habrá una limitación de aforo y solo se permitirá la entrada de 5.000 espectadores.

Un encuentro en el que los nuevos jugadores que conforman la renovada plantilla deportivista, a la que aún le faltan piezas por cerrar, tomarán contacto con el tapete natural, en un año en la Primera RFEF en la que solo tendrán que jugar en tres campos de hierba artificial. Un estreno con la elástica blanquiazul ante la hinchada que será especial, como admitían jugadores como el central Pablo Trigueros, en un campo que, aunque distará de lucir como antes de la pandemia, recuperará parte de su esplendor y empuje.



El jugador número doce


Con más de 5.000 carnés despachados en este inicio de la campaña de abonados queda de manifiesto que el compromiso de la hinchada con el Deportivo permanece intacto, a pesar de que el equipo militará un año más en Segunda B (ahora la llamada Primera RFEF).

La importancia de Riazor para el equipo está fuera de toda duda y la pandemia y la casi total ausencia de público desde junio de 2019 supuso un hándicap importante para los coruñeses, con respecto a otros equipos. Ese empuje de la grada, que el Deportivo pudo notar en su estreno ante el Salamanca UDS, la campaña pasada en la primera jornada (2-1), no lo pudo disfrutar en buena parte de la temporada, donde el aforo nunca fue superior a 5.000 espectadores.

Ese mismo número será el máximo que se permita este domingo en el decano de los torneos de verano, que los herculinos disputarán ante un equipo de Segunda división, en el que curiosamente jugó y logró el ascenso Ian Mackay.



La noche ante el Milan


El cancerbero coruñés rememorará una noche de Teresa Herrera como la que vivió en 2016, cuando Joaquín Caparrós lo incluyó en el once ante el Milan, en detrimento de Dudu Aouate, que en el anterior partido había ejercido de titular ante el Nacional de Montevideo.

Mackay, de 19 años, cuajaba un gran duelo, evitando varias ocasiones de gol peligrosas de los italianos. Solo Kaká, de penalti, sería capaz de batirlo. Un tanto que igualaba la contienda, tras el gol de Coloccini. Mackay ese día se convertía en un muro y Riki y Juan Rodríguez daban el Trofeo en un Riazor, que es ahora un fortín en construcción. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario