El deportivismo acudía al Estadio para ser artífices de una ilusión acariciada desde el descenso de la temporada pasada. Llegaban los gladiadores, más de seis mil personas coreando el nombre de cada uno a medida que bajaban del autobús. “Pepe coño que no hay cervezas”, decía el dueño de unos de los baretos frente a Riazor. Hora casi lorquiana, pasaba media hora de las cinco. El bueno de Pepe llama a Estrella Galicia, las previsiones se superaron agotando las provisiones. Ambiente de fiesta en los aledaños que circundan el Estadio de Riazor. ¡Hoy ganamos!, decía un deportivista a una chica con la cara pintada de azul y blanco. Católicos, apostólicos y romanos todos, Dios te oiga, fue la respuesta. Había que ascender en casa, era el mejor bálsamo para la herida de las sufridas derrotas en Riazor, lo sabían los jugadores, no podían fallar, seis de seis sería una tragedia, el miedo entraría en el cuerpo y alma de los aficionados. El encantador Merlín llevaba dos noches sin dormir, era el partido, su partido, el del ascenso. Preparo concienzudamente el partido, el video de casa echaba humo, una y otra vez estudió uno a uno los movimientos de los jugadores contrarios.
Comienza el partido, el juego es lo menos relevante. Marchena, ¡Ay Marchena! Le canta un fandango al oído a Ifrán, parecía que le comía la oreja y enchufa el balón al fondo de la red. Un gol que valió un ascenso. Un buen epílogo para un jugador que, a pesar de todas las ofertas que tuvo, eligió el Deportivo por su afición y sobre todo, descendió el equipo y quiso ser uno de los artífices de devolverlo al lugar donde estaba cuando llegó. Los aficionados llevando en volandas a los jugadores, el reloj no adelantaba, parecía que se había detenido, los minutos se hacían eternos. Silencio, el Jaén mete gol, anulado ¡bien!. No pasaba nada, el Deportivo era de Primera División, los otros “rivales” no encarrilaban sus partidos. El chiflo del árbitro señala el final del encuentro. Cohetes de ilusiones y júbilo invadiendo el cielo de Riazor, el Real Club Deportivo de La Coruña era oficialmente equipo de Primera División.
Llego la fiesta, las imágenes son la mejor crónica de un ascenso anunciado a principios de temporada por el hacedor de ilusiones, Fernando el encantador, nadie le creyó, solo su fe en el trabajo y sobre todo, su profesionalidad llevaron a un equipo, que tuvo que hacer tres pretemporadas, a tocar el cielo con las manos.VIA STADIO SPORT.
Llego la fiesta, las imágenes son la mejor crónica de un ascenso anunciado a principios de temporada por el hacedor de ilusiones, Fernando el encantador, nadie le creyó, solo su fe en el trabajo y sobre todo, su profesionalidad llevaron a un equipo, que tuvo que hacer tres pretemporadas, a tocar el cielo con las manos.VIA STADIO SPORT.
No hay comentarios:
Publicar un comentario